1706: EL FRACASO INGLES y LA SEGUNDA CABEZA DE LEON PARA TENERIFE


Hoy quiero recordar una efemérides importante para España, y particularmente para el archipiélago canario, ocurrida a comienzos del S XVIII, tal día como hoy.

El reino de España se encontraba en aquella época en una situación conflictiva por la sucesión de la corona al fallecer Carlos II, llamado “El Hechizado”, el 1 de noviembre de 1700 a los 38 años sin descendencia

La guerra de sucesión española tuvo carácter internacional y duró desde 1701 hasta la firma del Tratado de Utrecht en 1713. En la península, la guerra de Sucesión evolucionó hasta convertirse en una guerra civil entre borbónicos, cuyo principal apoyo lo encontraron en la Corona de Castilla, y austracistas, mayoritarios en la Corona de Aragón, cuyos últimos rescoldos no se extinguieron hasta 1714 con la capitulación de Barcelona y 1715 con la capitulación de Mallorca ante las fuerzas del rey Felipe V de España. Para la Monarquía Hispánica, las principales consecuencias de la guerra fueron la pérdida de sus posesiones europeas y la desaparición de la Corona de Aragón, lo que puso fin al modelo «federal» de monarquía, o «monarquía compuesta», de los Habsburgo españoles

Como siempre, los ingleses iban en contra del pretendiente Borbón y por ello habían saqueado el puerto de Santa María, quemado en Vigo los galeones, asediado Cádiz, tomado Gibraltar y sometido a Cataluña y el reino de Valencia y fanfarroneaban que igualmente someterían las Canarias sólo con presentarse armados y hacerse obedecer. A este fin, se dirigió hacia el archipiélago la escuadra del almirante Jennings, compuesta de 13 navíos, en 1706.Pero vayamos a los hechos concretos en Tenerife

El 5 de noviembre de 1706, sobre las 5 de la tarde, los vigías de Anaga avisaron que se veían más de 10 velas sobre el horizonte, en la dirección de la isla de Tenerife, aunque la plaza estaba alerta debido a los acontecimientos que se desarrollaban en la península y Europa y, aunque se pensó que podrían ser mercantes y pasajeros hacia América, por precaución se dio la alarma en la isla para seguridad de las costas. 

Los castillos y baterías estaban preparados de antemano y bien provistos de munición y pólvora por las circunstancias de guerra, estaban preparados para repeler cualquier intento de agresión, estando al frente de los mismos sus respectivos alcaides, el teniente coronel D José Machado Fiesco gobernaba el castillo de paso alto; D Gregorio de San Martín el de San Cristóbal, y D Francisco José Riquel y Angulo estaba al frente del de San Juan.

El Comandante General de las islas, D Agustín de Robles y Orezana, quien tuvo encomendado el mando del archipiélago entre los años 1705 y 1709, se encontraba ausente de la plaza, pues se había desplazado a la isla de Gran Canaria para despachar asuntos de la Real Audiencia.

Pero, una vez más, las milicias Canarias demostraron su valía en la defensas de sus islas ante la agresión del pérfido inglés.

Al amanecer del día seis, los trece navíos de la flota de Jennings ponían proa hacía el puerto de Santa Cruz, recortándose en el horizonte con las luces del alba, conforme se iban acercando, enarbolaron banderas francesas, luego suecas, para posteriormente izar banderas azules, verdadera enseña de la flota inglesa (por este hecho, fue recordada esta batalla entre las gentes de la isla como “la invasión inglesa de la bandera azul”), los buques fueron tomando posición de combate, lo que disipó totalmente, las posibles dudas de los defensores, sobre las intenciones de la escuadra.

Sin embargo, no hubo sorpresa alguna, porque desde la noche anterior  habían sido movilizadas todas las milicias de la isla, siendo la marina de Santa Cruz el lugar de reunión de las mismas y donde se fueron preparando para rechazar cualquier intento de desembarco por parte de la escuadra. 

Cerca de cuatro mil hombres se concentraron junto al puerto y en los diferentes fuertes y castillos. Y otros muchos se quedaron en las inmediaciones de La Laguna, preparados, varios núcleos, a defenderla tenazmente, y dispuestos, los restantes, a bajar a Santa Cruz en poco tiempo.

Desde el castillo de San Cristóbal, se disparó un tiro de advertencia como era usual, para que enviasen una lancha: el contraalmirante Jenning hizo caso omiso a la invitación, y por el contrario dio orden de que los cañones de sus navíos abriesen fuego contra los fuertes de la plaza. 

El cañoneo se mantuvo durante dos horas con intenso fuego por ambas partes, en medio del tronar de los cañones, se vio como se separaban de la escuadra 37 lanchas repletas de soldados, que avanzaron hacía las playas de San Antonio y la de la Peñita en compacta formación. 

Algunos navíos se acercaron a tierra para tratar de proteger con sus cañones la maniobra de desembarco, pero el intenso fuego de los castillos y baterías les causaron considerables daños, obligándoles a retirarse fuera del alcance de los cañones. 

Asimismo, a en mitad de camino las lanchas fueron detenidas por los disparos de los cañones de Paso Alto y de San Cristóbal, ya que el de San Juan no alcanzaba con sus disparos al grueso de la escuadra.

Uno de los protagonistas más importante de ese día fue un cañón de a 36 libras llamado “Hércules” que sorprendió a los ingleses por su gran estruendo y alcance y que, por ello, produjo significativos daños en varios buques, logrando balancear la victoria. Dicho cañón se encuentra actualmente en el Museo Histórico Militar de Canarias, sito en el Fuerte de Almeyda, para orgullo y satisfacción de todos los canarios.
A la vista de la situación el almirante Jennings optó por retirar las lanchas y parlamentar. Para ello, descubrió primero su verdadera nacionalidad enarbolando el pabellón de Inglaterra, enviando acto seguido, sobre las 15 horas, emisarios en una lancha enarbolando bandera blanca. 

Un «capitán de mar» salió a su encuentro, recogiendo a los emisarios y vendándoles los ojos los trasladaron al castillo de San Cristóbal, haciéndose cargo de una carta que el Almirante Jennings dirigía al Comandante Militar de Tenerife. 

Al llegar al castillo de San Cristobal, el Corregidor don José de Ayala y Rojas recibió a los parlamentarios ingleses y la carta fue leída en presencia de los jefes de la defensa y del alcaide D Gregorio San Martín.

Por el interés de esa misiva, reproduzco a continuación  esa carta así como la respuesta del corregidor Ayala, tal como las recoge don Antonio Romeu de Armas, en su obra “Canarias y el Atlántico”:

“Excelentísimo señor:
Soy mandado aquí con la esperanza de encontrar una escuadra francesa, no como enemigo, sino como amigo de los españoles. El haber tirado los navíos no fue por prescripción mía, pues apenas lo percibí, mandé llamarlos para fuera, no siendo mi intención que se cometiese alguna hostilidad a ese lugar. Me alegraré poder servir a V.E. o a otro cualquiera de esa isla todo cuanto fuere posible, pues estamos en estrecha amistad con los españoles. No puedo dejar de asegurar  a V.E. cómo S.M. Católica el Rey Carlos III han tenido tantos sucesos sus armas este verano, que la mayor parte del reino y dominios de España están ahora debajo de su obediencia, y no hay duda de que los franceses serán enteramente expulsados de España. Tengo orden de S.M. Católica para asegurar a todos los españoles de todas partes de su protección, y que los que voluntariamente se sometieren a S.M. Católica el Rey Carlos, serán continuados en sus empleos y puestos que ahora gozan. Si V.E. es servido de cambiar rehenes para que vengan a bordo serán bastantemente informados de todas las cosas y de la verdad de lo que aquí inserto; me hallará muy pronto para darle gusto, y no dudo será muy a su satisfacción. Quedo con mucho respeto de Vuestra Excelencia su más obediente y humilde servidor. = John Jenning. = A bordo del navío de S.M. el Binchier, 26 de Octubre de 1706. = Las dos tartanas que van siguiendo los navíos, si salieren ser españolas se devolverán.”

La fecha de 26 de Octubre insertada en el texto es producto de la diferencia entre el calendario juliano y el gregoriano entre los ingleses y nosotros en aquella época, que era de 12 días, por eso la contestación del corregidor Ayala, está fechada a 6 de Noviembre.

Los oyentes de la misiva protestaron vivamente y ni uno sólo puso en duda la respuesta ya que todos habían jurado fidelidad absoluta a Felipe y estaban dispuestas a cumplir lo prometido:
.””Excelentísimo señor:
 En vista de la de Vuestra Excelencia escrita este día, de a bordo de la nao el Binchier, que manifiesta la falta de voluntad que hubiese en los cañones que de esa escuadra se dispararon a este lugar, estimo la cortesanía de Vuestra Excelencia y respondo que a haber llegado desde el principio la lancha, en la conformidad que ahora, y como vuestra Excelencia muy bien sabe debe enviarse, hubiera sido sin embarazo. Y por lo que toca a las noticias que me insinúa Vuestra Excelencia acerca del estado de la guerra y cosas de España, digo: que aquí sabemos y estamos bien satisfechos de que las gloriosas armas de nuestro Rey y Señor don Felipe V están muy ventajosas, restituido con quietud a su corte, arrojados sus enemigos de los reinos de Castilla. Y cuando (lo que Dios no permita) se hallase su S.M. en diferente estado, siempre esta tierra se conservaría en el cumplimiento de su obligación de fidelísimos vasallos de S.M. Católica Felipe V (que Dios prospere) hasta el último espíritu. Agradezco también a Vuestra Excelencia la galantería que me ofrece en orden a las dos saetías que salieron de este puerto, y quedo a la disposición de Vuestra Excelencia para cuanto sea de su agrado. De este castillo de San Cristóbal del puerto de Santa Cruz, 6 de noviembre de 1706. B.L.M. de V.E. = Don José de Ayala y Rojas. = Excelentísimo señor don Juan Jennings””

El mismo Viera y Clavijo cuenta la situación de esta forma:
“”[...] Así que los navíos ingleses estuvieron acordonados con las proas al puerto y a tiro de nuestra artillería, empezó a hacerles fuego el castillo principal de San Cristóbal, del cual era gobernador don Gregorio de Sanmartín. Siguió su ejemplo el capitán don Francisco José Riquel, que lo era del de San Juan, y todas las demás baterías con la mayor viveza. Toda la escuadra correspondió granizando innumerables balas que por fortuna no ofendieron. Y ya había durado dos horas el reñido combate, cuando echaron al agua los ingleses 37 lanchas con mucha gente de desembarco; si bien fue tal el fuego que se les hizo desde las fortalezas y tanto el daño que recibían los bajeles que más se habían acercado, que les fue forzoso retroceder a socorrerles. No obstante, a las tres de la tarde volvieron a enviar otra lancha a tierra con bandera de paz y un cabo inglés que pedía audiencia. Tuvo junta de guerra el corregidor, y en ella se acordó que fuese admitido. Salióle al encuentro el capitán de mar en otro esquife, y, habiéndole vendado los ojos, le introdujo en el castillo principal donde estaba el corregidor y la nobleza. Entregó el cabo una carta de parte el general Genings, escrita en inglés [...]”” 

Cuando llegó la carta al almirante Jennings, comprendió que su intento de apoderarse de las islas era inútil por lo que esa misma tarde levó anclas y abandonó las aguas del archipiélago con varios de sus barcos con graves daños

Los vigías le siguieron hasta que las velas se perdieron detrás del horizonte. Dieron aviso de ello, y la calma volvió a los corazones de los valientes componentes de las milicias canarias. 

El Comercio de Vinos con Inglaterra, principal producto de exportación de Tenerife, se vió muy mermado al retirarse los comerciantes Ingleses, con gran perjuicio para la economía del Archipiélago.

Gracias a esta victoria sobre la armada inglesa el escudo de la Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife (concedido por el rey Carlos IV por Real Cédula de 28 de agosto de 1803) posee una de las tres cabezas de león, que representan las tres derrotas en aguas y litoral de esta capital insular a los largo de la historia: la ya citada sobre Blake en 1657; esta que nos ocupa hoy, sobre Jennings; y quizás la más conocida, sobre el almirante Nelson el 25 de julio de 1797).

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